Lo conocí hace décadas, de abdomen prominente, carácter campechano y una astucia política forjada por los años. Así era don Rolando, un viejo periodista, de carácter fuerte el cual solo era vencido por cuando escuchaba un huayno ayacuchano o en las festividades del día de la madre recordaba con pena como en su colegio de su natal Ayacucho, tenía que llevar una rosa blanca en su pecho en honor a su madre fallecida a diferencia de sus compañeros quienes llevaban una rosa roja. Es allí donde el viejo se quebraba y escondía las lágrimas detrás de sus anteojos a pesar de su edad. Hay detalles que nos marcan en la niñez para toda la vida, ese era uno de ellos. Conocido por muchos de sus amigos como “el coyote”, yo podía definir a don Rolando simplemente como: un cholo bueno.
Trabaje a su lado por muchos años, recuerdo infinitas discusiones, interminables jornadas de trabajo, pero, sobre todo, recuerdo sus anécdotas y hoy, en época electoral recuerdo una que me impacto.
Era las elecciones del 1963 y había abrazado las ilusiones de un joven candidato, don Fernando Belaunde venia de protagonizar el célebre “Manguerazo” y empezó su campaña pueblo por pueblo, bajo el fundamento ideológico «El Perú como doctrina» y «La conquista del Perú por los peruanos». Un día, Belaunde llego a Ayacucho, él lo contaba así: “Desde la ciudad se podía ver la caravana que bajaba por el cerro, corrimos con los correligionarios a esperarlo a la entrada de la ciudad, el lema era “sin camiones, sin matones ,sin millones”, al darle el alcance, muchos pugnaban por tocarlo, bajo de la camioneta y algunos trataron de cargarlo, yo me deslice entre sus piernas y lo cargue al hombro, y así entramos en la plaza de armas, yo tuve la virilidad de Belaunde en los hombros”, contaba mientras reía.
Pasaron los meses y se acercaban las elecciones presidenciales y parlamentarias, don Rolando tenía arraigo en Ayacucho y se presentó como precandidato a diputado y gano. Con un sobre con los resultados de las elecciones en su ciudad se vino a Lima para hablar con el arquitecto, era de noche y sabía que había reunión en la casa de Manuel Ulloa en la calle Atahualpa en Miraflores.
“Toqué la puerta y un vigilante me atendió, le dije que venia desde Ayacucho para hablar con el arquitecto, que había ganado una plaza para ser candidato a diputado por Ayacucho, el vigilante le fue a avisar. A los minutos apareció Belaunde, lo saludo afectuosamente pero no lo invito a pasar, en la puerta don Rolando le explico que había ganado en Ayacucho y le mostro los resultados, Belaunde lo miro extrañado y de forma paternal le dijo: “Mira hijo, ves ese auto que esta allá, le dijo, señalando un Dodge negro, “sí, arquitecto” respondió el ayacuchano. Ese auto es del comandante de la marina, y es de su propiedad, así como ese auto tiene dueño, ya uno tiene ese lugar y no te lo puedo dar, así que, lo siento” le dijo mientras se despedía y le cerro amablemente la puerta.
Don Rolando se quedó parado en la soledad de la calle, y se retiró con su sobre donde mostraba que los correligionarios de Ayacucho, de ese Perú profundo lo habían elegido, miro al cielo y dijo, “para otra vez será”.
Hoy a puertas de las elecciones, me imagino que, desde el cielo, don Rolando, el cholo bueno, el ayacuchano, el estudiante guadalupano, el periodista, el político y el coyote debe estar mirando con nostalgia estas elecciones, donde cientos de candidatos buscaran un lugar, que espero se lo merezcan, como tal vez se lo merecía él. Total, debe estar contento, ya no lleva la rosa blanca en el pecho, porque estará cerca de su rosa roja, su madre.
Gracias por leerme.
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