Ya es una costumbre en mis clases de fotografía en la UNALM y mis alumnos lo saben. Dejar la puerta de atrás abierta siempre es una promesa que me hice yo hace muchos años y las promesas se cumplen, más cuando tu mismo eres quien las avala.
La historia de la puerta abierta siempre se las cuento a mis alumnos el primer día de clase, dentro de las reglas que se dan para el curso, así que ellos ya saben que pueden entrar a pesar de llegar tarde con la única condición que no hagan ruido, y desde 1996 la puerta sigue abierta y ellos siguen entrando.
¿Pero por que la puerta esta abierta? Esa es la historia que se remonta a cuando estudiaba en San Marcos y llevaba el curso de periodismo interpretativo con mi querida profesora Lily Huamanchumo quien era muy estricta con el horario. Las clases empezaban 8am y la profesora cerraba la puerta a las 8:05am y lamentablemente por la distancia y el tráfico de aquella época a pesar de los esfuerzos a veces solía llegar 8:10 o 8:15am y encontraba la puerta cerrada. Y aquí viene el detalle, me podía haber regresado a casa o quedarme por algún salón, pero siempre prefería quedarme parado y escuchar la clase a través de la ventanita sin vidrio que había en la puerta trasera, pase casi un 30% del curso escuchando las clases de esa forma, con la ilusa esperanza de que la profesora se compadeciera de mi y me abriera la puerta, pero nunca lo hizo. Solo cuando la suerte estaba conmigo, podía llegar antes que cerrara la puerta.
Pasó el tiempo, y luego de mucho esfuerzo aprobé el curso y un día años después, me encontré con la profesora y nos quedamos a charlar sobre como me iba y en medio de la plática, salió la pregunta:
- Oscar, quisiera que me quites una duda ¿Por qué siempre te quedabas en la puerta cuando llegabas tarde? Me sorprendía tu cara mirándome fijamente por la ventana y a veces me provocaba reírme de verte allí. Me dijo con curiosidad.
- Sencillo profesora -respondí- usted podía cerrar la puerta, pero el conocimiento salía por la ventana. Era una forma de decir que yo quería escuchar la clase, pero lamentablemente llegaba tarde. Pero hay un detalle… por todo eso, ahora en mis clases de fotografía en la UNALM la puerta de atrás de mi salón, siempre permanece abierta.
La profesora se sorprendió, creo que no esperaba una respuesta así. En teoría muchos pensarían que uno debe hacer los mismo que te hicieron. El conocido pensamiento, “si yo sufrí, que ellos también sufran” no lo cumplí. Y yo no hice lo mismo por que siempre recuerdo que mientras estaba esas dos horas parado en puerta deseaba que la profesora me abriera la puerta, claro que muchos dirán que lo más sencillo esforzarme y era llegar temprano, pero tal vez me era más simple, irme y no quedarme en la puerta. Para mi era simplemente una forma de expresar que la clase me interesaba y quería entrar. Siempre recuerdo que pensaba que, si fuera yo del otro lado, abriría la puerta.
Han pasado los años y sigo pensando igual, para mí, uno de los problemas de nuestra sociedad es que muchos cambian de opinión de acuerdo a la situación, es por eso que, tal vez, si eres pobre dices que si tuvieras dinero harías muchas cosas en beneficio de otros y cuando llegas a tener poder y dinero, tus ideas juveniles pasan al olvido, en resumen, “una cosa es con guitarra y otra con cajón” y muchos pueden comprobar que en la política eso es algo que es común en los políticos, sino, recuerden de quienes está lleno el Congreso de la Republica.
Con el tiempo mi idea de la puerta mi idea de la puerta abierta ha logrado que muchos de mis alumnos tengan un compromiso sin firma, he visto que muchos, por razones insalvables llegan a tarde y entran de manera silenciosa, y al final de la clase, de manera respetuosa se acercan para pedir disculpas por su tardanza y explicarme el por que de ella. Tal vez, simplemente se pueden retirar sin explicaciones, pero, ¿qué es lo que los hace sentir responsables?, para mi la respuesta es que simplemente regresan la confianza que les entrego. Tal vez puede ser un método “sui generis”, pero así es el comportamiento humano y los estudiantes tienen un mar de variables que nunca podemos entender del todo, yo simplemente les pongo un faro para que lleguen a buen puerto y desde 1996, cuando se inició el curso en la agraria, he comprobado que la respuesta es la misma que yo hubiera dado, respetar el compromiso sin presiones.
Hace un tiempo me encontré con la profesora Huamanchumo, y la pregunta salto:
- ¿Y profesora, sigue cerrando la puerta?
- Por supuesto, respondió – con una sonrisa cómplice.
- Bueno – le respondí- la mía siempre sigue abierta.
Termino reconociendo de que la profesora como yo, seguimos consecuentes en nuestras ideas y eso ya es la mística sanmarquina.