martes, mayo 31, 2022

La receta

 

La docencia es algo que practico desde hace décadas en la UNALM, y no me considero un docente perfecto, no tengo muchos títulos, y se debe mejorar continuamente. Este ciclo luego de la vuelta al campus pude disfrutar de nuevo del calor de mis alumnos. Hoy tuve una clase donde en medio de la conversación comenté que la fotografía hay que practicarla y a veces no se tienen resultados esperados pero hay que insistir aunque a veces nos desaliente, que hay que ser creativo, liberarse de trabas mentales y sentir. Puse de ejemplo mi afición por la repostería y mi frustración al no poder todavía lograr todavía un buen “pie de limón”. Algunos se sonrieron asombrados frente a mi sinceridad, otros apuntaron sus cámaras para inmortalizar el instante y uno de ellos me comprendió.

Al finalizar la clase, luego de la despedida, un alumno se me acerca y me da un papel escrito muy prolijamente y me dice:

  • Profesor, para usted, es la receta del “pie de limón” que hago. 

  • Ohh, ¿a ti también te gusta la repostería? le pregunté.

  • Si, me dijo, allí le apunte los tips, solo no le haga huequitos a la masa. Me dijo y se despidió con una sonrisa.


Me quedé asombrado y agradecido con la vida. El hecho de que se haya tomado el tiempo para escribir una receta para mi me indica que ser empático, divertido y amable con los alumnos puede producir reacciones que me hacen sentir que hago las cosas bien, que decirles a mis alumnos que “los quiero mucho” no me quita nada y que al contrario generan actos que siempre quisiera ver.

Recuerdo que cuando era alumno que la mayoría de mis profesores ponían distancia con sus alumnos, no escuchaban, no aceptaban preguntas o discrepancias. Respondía preguntas con preguntas, venían con gesto adusto y con hablar medido. Para ellos, sus alumnos éramos un código, olvidando que detrás de cada uno de nosotros había una familia que nos quiere y sueños que deseábamos realizar.  Yo siempre pensé que esa no era una buena forma de enseñar, han pasado los años y sigo pensando lo mismo, soy consecuente con mis ideas y hoy detalles como este me dan la razón.

Gracias a mi alumno que me endulzó la tarde, le prometo que haré su receta, siempre se aprende, hoy él me enseñó de una forma sencilla, el lado hermoso de la docencia. Como me decía un viejo maestro: “hay que enseñar más con amor que con sabiduría”. Hoy me siento con una estrellita en la frente.

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